martes, 30 de septiembre de 2008

Sueño

Aquel día me desperté con una sensación de desasosiego. Tal vez por el sueño que había tenido. Un mar revuelto, con una grisura casi sólida al que se llegaba desde escarpados precipicios. Dicen que en los sueños, el mar representa tu propia percepción de la vida. Intentaba acercarme a aquel mar de plomo. Bajaba a trompicones, agarrándome a los ralos arbustos de la pared del acantilado. Muerto de miedo. Entretanto, una mujer hacía el mismo trayecto saltando alegremente de roca en roca. Yo miraba atónito su descenso suicida. En el plano siguiente, ella estaba nadando en aquellas aguas inhóspitas. La sensación del sueño me acompañó todo el día. No logré concentrarme en el trabajo. La tarea más nimia se me hacía cuesta arriba. Por la noche, Laura telefoneó para decirme que te habías ido sin dejar rastro. La policía pensaba que se trataba de una desaparición voluntaria. Entonces recordé la cara de la mujer del sueño. Ojos claros, melena negra y pómulos desafiantes. Eras tú, la saltadora de rocas. La que se precipitaba en la vida y nadaba en ella, mientras yo seguía colgado del abismo, aterrado, muerto de miedo. Nunca te había dicho te amo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta la relación que haces con los personajes entre un relato y otro, imagino que es mujer eres tu, aunque le hayas cambiado el color del pelo y de los ojos, pero Lana Turner eres tu.Besos.merche

Anónimo dijo...

Queremos más...

Unknown dijo...
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