miércoles, 14 de mayo de 2008

Lana Turner


Darío hacía como si escuchara. Asentía de vez en cuando sin dejar de mirar a su amigo a los ojos. Pero su mente estaba en otro lugar. Pensaba en la mujer solitaria que venía de vez en cuando por el café. Siempre perfecta. Con ropa y maquillaje de otra época. Hizo una seña al camarero para que rellenara las copas de vino. Entonces la vio entrar. Parecía sacada de una película en blanco y negro. Ocupó una mesa al fondo del local, como solía hacer. Pidió café y abrió el libro. Era como si todos sus movimientos formaran parte de una escena '¿Qué pasa?' '¿Te gusta esa tía rara o qué?', dijo el amigo. Darío se sobresaltó y emitió un gruñido por respuesta. Dio un trago y continuó mirándola. 'Hay algo aterrador en ella', se escuchó decir. 'Está fuera de lugar y lo sabe'. 'Hace el esfuerzo de ponerse su disfraz y venir aquí a absorber un poco de vida'. 'El vino se te ha subido a la cabeza, eso seguro'. 'Tu y tus desvaríos', se burló Martín. Ella debió sentirse observada porque en ese momento se irguió y miró en la dirección de los dos hombres. La taza se tambaleó y un poco de café se derramó sobre una de las hojas de su libro. Martín dio un codazo a Darío '¡Ya está, la tienes en el bote!' Pero ella no le miraba a él, pensó, sino al simple de Martín, siempre sucedía así. Ella se fijó entonces en las manchas marrones que habían dañado la página 207. Intentó secarlas con una servilleta de papel. Pero sabía que no tenía remedio. Esa página ya no sería nunca perfecta. Martín bostezó ¡Vámonos de este antro, me aburro!' No les vio irse. Estaba concentrada en una frase que el café vertido había mancillado: 'If you leave', she said, 'I won't ask you back'.