El reloj de la estación marcaba las doce menos diez. Alonso estrujaba nervioso el billete mientras caminaba hacia el andén buscando el tren que le llevaría lejos de esa inmunda ciudad sin luz, sin amigos y que siempre le había tratado con hostil desdén, como si fuera invisible. Seguro que todo iría mejor en el lugar al que se dirigía, allí la gente sería más amable, tendría mejor trabajo, montones de amigos y sol todo el año. Tal vez incl
viernes, 29 de febrero de 2008
Huida
jueves, 28 de febrero de 2008
La espectadora
Recuerdo el día en que vi a Martín por primera vez. Llovía y me había refugiado en un café. Tenía un libro a mano, como siempre. Es el parapeto tras el que me escondo para que no me miren como un bicho raro. Sola, siempre sola, vagando sin rumbo, mirando al mundo como algo ajeno del que no formo parte. Aquel día me había puesto el disfraz de mujer sofisticada, un poco años cuarenta con sombrerito ladeado, carmín muy rojo, cara pálida, falda tubo. Me gusta esconderme detrás de los objetos y el atuendo. Allí estaba yo en mi rinconcito, muy en mi papel. El entró, miró a través de mi, me ignoró.